Hay cosas que son simples y de simples se complican. Hay otras que son extremadamente difíciles y, sin embargo, parecen no tener barreras ni límites. El amor es tan simple como querer y esperar que te quieran. No tiene razones ni motivos coherentes, ni siquiera incoherentes. A veces una simple sonrisa basta, una mirada entre tantas y tantas, o una sola palabra en un momento y lugar determinados. Será por sonrisas y miradas, por palabras y momentos, ni qué decir de sitios que los alberguen, y cualquiera de ellos, por alguna extraña e inexplicable razón, dan lugar a corazones desbocados que parecen no encontrar suficiente espacio en el pecho, a suspiros tan profundos que podrían tumbar murallas, y a tantos "te quiero” que no habría forma humana de poderlos todos guardar. Y, sin embargo, también dan lugar a noches en vela, lágrimas de pena y a anodinas caras largas; a almas que desesperan de hipocresía buscando porqués que no existen cuando todo va mal y cuando todo va bien esconderlos y arrojarlos sin mirar. Y si es tan fácil amar, ¿por qué complicarlo todo? ¿Por qué no hacerlo tan sencillo como cuando pretendemos odiar? Para odiar primero hay que haber amado, después hay que desamar. Más tarde y, en el mejor de los casos, desordenar habitaciones que sólo tenían alguna mota de polvo fuera de su lugar. Y, por último, hay que tener el orgullo y la indiferencia necesarios para olvidar que se amó y poder convivir entre el caos del alma y del corazón, las dos habitaciones más pequeñas del hombre.

El amor, con lo simple que es, de simple se rompe. El odio, de enrevesado y estúpido, se alimenta a sí mismo. Y esto no es nuevo, ni nunca lo será; y aun así, cada día y cada noche, en cualquier momento y en cualquier lugar, sin saber por qué ni por cuánto durará, cientos de corazones laten tan fuerte que las venas parece que van a estallar, y miles de almas gritan tan fuerte que las estrellas parece que van a borrar. Y cada día y cada noche, otros tantos parece que se empiezan a cansar. Y es que a veces el amor no es suficiente… tampoco odiar basta siempre. Dejarse llevar no sirve, querer forzar lo que no existe no suele valer. Entre los sueños uno ha de buscar el sentido de su vida, pues sólo en ellos, el corazón, el alma y la razón se dan una tregua y juegan mano a mano.

By Angel Pino Pérez